6 a 12 meses: Mira quién habla

Lo fundamental en este proceso es que los padres tengan mucha calma.

7 formas de estimular su lenguaje

El primer año de vida del bebé es fundamental para un buen desarrollo lingüístico. ¿Cómo pueden contribuir los padres?

Puede parecer demasiado pronto para discurrir sobre el lenguaje infantil cuando el bebé apenas balbucea. No obstante, «el mero llanto es una producción sonora con la que el recién na­cido pide lo que necesita. Al no tener desarrollados aún los órganos fonoarticulatorios, su lenguaje empieza con la comunicación no verbal«, señala la fonoaudióloga y psicóloga Rocío Mayoral. Este primer año de vida es fundamental en el desarrollo del lenguaje. «El hecho de que un bebé empiece a hablar depende de varios factores:

  • En primer lugar, la estructura lingüística que tenemos (si la lengua materna es más o menos compleja).
  • Segundo, de las características propias de cada pequeño.
  • Y un tercer aspecto es la manera en que nosotros le presentamos todo lo que hay en este mundo lingüístico. Y este tercer paso es determinante», sigue diciendo la experta.

Hay que procurarle un espacio (eso quiere decir algo más que espacio físico) para que tenga oportunidad de ir adquiriendo ciertas pautas, no solamente motrices, sino también lingüísticas. Y, lo más decisivo, a los bebés hay que hablarles. Pero más vale que sea poco y de calidad que mucho y de cualquier manera.

«Lo que cuenta es la interacción —añade la especialista—, llegar a crear un clima emocional armonioso para evitar futuras ansiedades, tartamudeos, mutismos selectivos y otros trastornos«.

Los padres podemos hacer varias cosas para fomentar la evolución natural del habla de nuestros hijos. Pero siempre teniendo presente algunas reglas de obligado cumplimiento y en la mano una buena dosis  de información.

«Es muy recomendable hablar al pequeño acerca de lo que él está haciendo, es decir, seguir el camino que nos señala», dice Rocío Mayo­ral. (Este es un recurso que también utilizan los terapeutas del lenguaje cuando el bebé tiene problemas). «Por ejemplo, si está jugando con una muñeca, se lo puede ayudar a componer un espacio lingüístico del que no tiene aún noción. El simplemente se entretiene con un juguete, no puede captar la estructura sintáctica, pero podemos ayudarlo a que entienda que lo que está haciendo tiene una expresión, que se puede hablar sobre eso».  Cuando el bebé juega podemos decirle «estás jugando con la muñeca».  Pongamos todas sus actividades en palabras, pero sin forzar la situación.

Charlar y tocar al mismo tiempo

Este es un aspecto de la ayuda que podemos dar al bebé con dos vertientes. Por un lado, es importante saber que va desarrollando el lenguaje, el pensamiento y sus destrezas psicomotrices, todo a la vez y poco a poco. Un aspecto interactúa con el otro, no se desarrollan por separado. Entonces, por medio de cada experiencia global, va aprendiendo. «Por otra parte, en el plano cognitivo, el mero hecho de tocar cosas cuando estamos elaborando un concepto abstracto, le da más información sobre ese concepto y lo ayuda a ligarlo a la realidad formal. Por ejemplo, si le decimos ‘pie’ y al mismo tiempo le tocamos el pie, le resultará más sencillo», dice la fonoaudióloga.

Cantemos, contemos y rimemos

Aunque nuestro hijo no pueda repetir nada porque todavía no tiene capacidad funcional en los órganos fonoarticu­latorios, no hay que escatimar recursos que faciliten el conocimiento. Por ejemplo, la música es muy importante, las canciones que podamos cantarle, las pequeñas rimas, estribillos pegadizos o emisiones vocales marcadas (palmas, palmitas, etc.). El aspecto rítmico es importantísimo cuando el bebé es muy pequeño. No importa si cantamos bien, sino el tono y el afecto que ponemos en la voz.

Hay que respetar las pausas

Es conveniente respetar los silencios dentro de una conversación con el bebé. Los padres tenemos que saber parar y hacer pausas cuando hablamos. Por ejemplo, si decimos: «La casa es linda», es importante que después nos callemos.

«Los silencios son fundamentales en la educación, ya que el pequeño necesita espacio para procesar. Hay que darle tiempo y ofrecerle la oportunidad de hablar si puede. Si no nos callamos, no sabemos si va a repetir algo de lo que nosotros hemos dicho. Si, por ejemplo, decimos ‘la puerta está abierta’ y no paramos, no sabremos si él va a decir `eeeeta’ . Antes del año, el bebé ya puede tomar conciencia de lo que son los turnos para hablar (ahora hablo yo, ahora espero tu respuesta), pero hay que ayudarlo. De la misma manera, tenemos que estar atentos a las señales que él emite. Si quiere terminar la conversación, no tiene sentido insistir. Lo agotaríamos y no serviría para nada.

No hay que abru­marlo con la esti­mulación

Es fundamental hablar a nuestro hijo. Pero lo más importante es la calidad de esa verbalización y la interacción que se produzca con la madre o la persona que lo esté cuidando. Hay que ser muy pacientes y procurar no ponerse ansiosos si el chico no se lanza a hablar según nuestras expectativas. Jamás hay que forzarlo. Lo correcto es darle facilidades, pero dejándolo que evolucione a su ritmo.

Muchos padres se muestran ansiosos frente a la evolución de su bebé. No toleran bien que el pequeño no responda a sus expectativas, no aceptan la frustración de que su hijo no progrese tan rápido como el hijo de los amigos, familiares o vecinos.

«Esa ansiedad genera una tendencia a sobre estimular que no es en absoluto deseable. Se presiona al bebé con frases como: ‘Vamos, repetí’ que no sirven para nada. No hay que pasarse, hay que dejar al pequeño que encuentre su ritmo», señala Rocío Mayoral.

«Si presenta un retraso, de la índole que sea, es el profesional el que tiene que guiar la estimulación. Es lo mismo que con los medicamentos; no hay que autome­dicarse, sino consultar con el especialista y que él los prescriba».

«El lenguaje no es solamente hablar —subraya Ma­yoral—, también es entender. Si le decimos a nuestro hijo `ven aquí’ o ‘dame eso’ y él viene y nos da eso que le pedimos, también está manejando el lenguaje». La producción de sonidos es tan importante como la recepción y elaboración de ellos.

Por lo tanto, debemos respetar los ritmos de cada uno. Aproximadamente alrededor de los diez u once meses, empezará a emitir sus primeras palabras. Las más frecuentes suelen ser «mamá», «papá», «nene», «aquí». Pero también las hay muy originales. La primera palabra de Sofía fue «pulpo», porque su juguete preferido es un pulpo. Si dicen otras palabras que no sean las estándares, es porque ésas tienen una fuerte carga emocional.

Gabriela Keselman

Artículo prublicado en la revista Ser Padres edición 100

 

Tags from the story
, ,

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *